El MOVIMIENTO HOSPICE Y LOS CUIDADOS PALIATIVOS MODERNOS

Anterior a los años sesenta no se habían hecho muchos intentos por analizar que sentían los enfermos moribun­dos con respecto a la muerte. Sin embargo, en la década de los 60, el interés por este tema creció enormemente; aparece una mayor preocupa­ción por las actitudes frente a la muerte, los temores generados, la angus­tia, el desasosiego y la tristeza que embargaba a los moribun­dos, y la forma en que su entorno debería afrontarlas para ayudar al enfermo.

Varios autores, se interesaron por diferentes aspectos, como por ejemplo, los aspectos religiosos. En un trabajo publicado en 1961 por W. Swenson consideraba a la religión como un aspecto muy importante en la actitud ante la muerte, seña­lando que aquellos muy religiosos mostraban una actitud más positi­va frente a la muerte que los que no lo eran.

J.M. Hinton ("Dying") En su análisis de la situación del moribundo planteaba las siguientes cues­tiones: ¿Propor­cionamos los cuidados necesa­rios a los moribun­dos? ¿Qué hacer por aquellos que se sien­ten más angustiados de lo habitual? ¿Es más apropia­do cui­darles en casa o en el hospital? ¿Qué es lo que más temen, la muerte o el sufrimiento físico? ¿Pueden los médicos aliviar su triste­za?. Su trabajo abrió el camino a posterio­res investigacio­nes encaminadas a aliviar la angustia de los enfermos.

C.K. Aldrich, en su trabajo "la tristeza del moribun­do" (1963), aprecia que tanto el enfermo moribundo como su familia sentían la misma pena al saber que la muerte estaba próxima. Aldrich señaló que la actitud de los pacientes a la enferme­dad y la tristeza dependían de su disposi­ción a aceptar la realidad de su muerte, depen­diendo esta disposi­ción a su vez de la calidad y el alcance de las relaciones afectivas del paciente.  Con Aldrich comien­za a darse una mayor impor­tancia al efecto del entorno sobre el enfermo moribundo.

Desde otra perspectiva, B.J. Glaser y A.L. Strauss, en un estudio realizado en 1965 ‑"awareness of dying"‑ destacaron el comportamiento y el efecto del trabajo con pacientes mori­bundos en el personal sanita­rio, particularmente sobre los médicos;

Como reflejo de la conflictiva situación de esta década y la sensibilidad del público a esta problemática, en 1967 se desató una violenta reacción pública en contra de la política de reanimación cardio­pulmonar de un hospital de Londres, el Neasden Hospital,

La importancia de este movimiento , que se desarrolló en esta época, llegó a su clímax en 1967 en Syden­ham (Inglaterra), donde la Dra. Cicely Saunders funda el primer Hospi­cio ‑St. Chris­topher`s Hospice‑; se marca así el inicio del movimiento Hospice moderno, y con el, la atención especializada a los enfermos terminales.

Aunque existen referencias muy antiguas de instituciones dedicadas al cuidado de los moribundos, fueron los impulsores del movimiento Hospice los primeros en poner de manifiesto que la medicina tecnológica no respondía adecuadamente a las necesidades de los enfermos enfrentados a la última fase de la vida. El movimiento de los cuidados paliativos ha tenido el mérito de recordar que el enfermo es una persona y el moribundo un ser vivo.

Merece la pena conocer un poco de la historia de esta extraordinaria mujer, que dedicó toda su vida adulta a los Cuidados Paliativos.  Su trabajo ha estimulado la creación de nuevos servicios por todo el mundo.

Cicely Saunders nació el 22 de junio de 1918; a los 20 años estudió ciencias políticas, filosofía y económicas en la Universidad de Oxford. En 1940 estudió enfermería en la escuela Nightingale del Hospital St. Tomas de Londres. Una lesión en la espalda, la obligó a dejar la enfermería y volvió a Oxford para graduarse en 1944 con una licenciatura en letras y una diplomatura en administración pública y social. Después comenzó su formación como trabajadora social.

                    Entonces, estuvo cuidando a David Tasma, un refugiado polaco enfermo de cáncer; durante el tiempo que pasaron juntos, entre ellos surgió una profunda amistad y sus conversaciones versaban sobre la posibilidad de lugares alternativos y cuál era la mejor manera de cuidar a una persona en el final de su vida. Cuando David Tasma murió, en 1948, dejó una donación de 500 libras a Cicely Saunders y la siguiente frase: “ yo seré una ventana en tu hogar”.

Decidió aprender más sobre las necesidades de una persona con una enfermedad terminal y se hizo voluntaria en el St. Luke, una residencia para enfermos moribundos en Bayswater. En 1951, por consejo de un sacerdote amigo, estudió medicina. En 1958 trabajó como investigadora desarrollando trabajos de investigación en el ST. Joseph´s Hospice. Aquí estableció los fundamentos básicos de los cuidados del Hospice moderno: desarrollo un enfoque integral del control del dolor, incluyendo la importancia de la atención a las necesidades sociales, emocionales y espirituales de las personas al final de la vida.  Y comenzó a hacer planes para crear su propio Hospice, un lugar que se centraría en tres actividades: cuidados clínicos, docencia e investigación.  Tras superar grnades obstáculos, después de años de captación de fondos y planificación, pudo abrirse St. Christopher´s Hospice en 1967. A menudo, ella misma decía: “Me costó 19 años construir el hogar alrededor de la ventana”.