A VECES EXIGIMOS DEMASIADO A LOS FAMILIARES

11.05.2017 21:50

He llegado a esta conclusión a raíz de una experiencia que estoy viviendo actualmente y que quiero compartir con quien me lea.

Realmente puedo decir, que en mis años de vida adulta no he experimentado pérdidas importantes de seres queridos. Mis padres y hermanos están vivos, mis amigos y amigas sanos, mi hijo también. En esto quiero pensar que voy teniendo suerte. Cuántas personas a mi edad ya han perdido a un hijo, a sus padres, a un hermano, a su amigo de la infancia ó a una pareja.

La primera pérdida importante la experimenté a los 9 años, cuando murió mi abuelo paterno de un infarto cardiaco. Con los abuelos se tiene una relación muy especial y mi abuelo, como todos los abuelos, era “un superabuelo y el mejor de todos”. A esa edad, ya se tiene conciencia de que cuando una persona muere, nunca más la vas a volver a ver; aún recuerdo la imagen de mi hermana y mía llorando junto a su ataúd. También recuerdo que lo que más me dolía y hacía sentir culpable, era no haberle ido a ver al hospital. Durante muchos años, de vez en cuando, le veía en mis sueños.  Posteriormente, siendo adolescente y luego adulta y profesional, perdí a mis otros abuelos; eran muy mayores y fallecieron después de procesos de enfermedades crónicas. Hubo dolor, pero también una más fácil aceptación, “ley de vida” como se suele decir popularmente.

En los ultimos años de adulta y profesional, las ocasiones que me han enfrentado al dolor de la pérdida, han sido a raíz de la muerte de mis mascotas, en diferentes circunstancias ..sí, de mis mascotas. Algunos se sorprenderán, pero las personas que han compartido y comparten su vida con seres vivos no humanos y sobre todo con nuestros entrañables “compañeros peludos”,  los perros, saben de lo que hablo.

He leído sobre el duelo por la perdida de mascotas y los expertos dicen que el dolor es igual e incluso mas intenso que el de la perdida de una persona. No me pregunten por qué, pero es así y hablando con personas que han perdido a sus mascotas me lo han corroborado.

A mi personalmente, la enfermedad y muerte de mis perros, me ha ayudado a comprender y empatizar con el sentimiento de pérdida y ciertas actitudes de los familiares, que a veces  no comprendemos.

Relataré de una manera breve estas experiencias y lo que me han hecho comprender de verdad desde el corazón y no desde el intelecto.

Lucas y Tomasa

Hace 5 años, en 2012, murió mi schnauzer, Lucas. Tenia 13 años y en los ultimo tres meses se quedó muy delgado, cada vez tenía menos apetito y dormía muy profundamente; yo pensaba que se estaba haciendo mayor, hasta que un sábado vomitó unas piedras y la tripa la tenía distendida y dura; yo pensé: “vaya se tragó unas piedras” y ahora tiene una obstrucción intestinal. Estaba muy pálido y frio así que salí corriendo a una clínica veterinaria de urgencias. Le hicieron una radiografía, se veían piedras en el estomago, y ademas el abdomen lleno de liquido.

El veterinario me dijo “hay que operar”. En ese instante reflexione y equiparé la edad de Lucas con la humana calculándole 90 años, así que dije: “en un paciente mio con esa edad lo tengo claro yo me inclino por un manejo conservador...... pero en un perro?”  Sin embargo el veterinario contesto: hay un 90% de posibilidad que la operación salga bien, salvamos muchas vidas con esta cirugía;  haciendo caso omiso a mi reflexión, accedí...

Lucas al que no le faltaba si no hablar, era muy apegado a mi, en ningún momento se me apartaba, por mas que insistieran, al llamarlo no se alejaba de mi lado. Mas, ese día al decirle la veterinaria “ven Lucas”  su actitud fue diferente y la siguió. En mi conmoción me recomendaron quedarme fuera para que el perro no se contagiara de mis nervios, y antes de entrar al quirófano Lucas se dio la vuelta y me miró...., con esa mirada inteligente que tenía, creo que conecto con migo, fue una pausa simbólica. Mas tarde me vino un mensaje, sentí que con ese gesto me había dicho: “ya esta, hasta aquí hemos llegado tu y yo, no llores... no sufras por mi.” Pensé que esto era una idea mía, pero tiempo después tuve la oportunidad de conocer a una experta en comunicación animal. Hay personas que se dedican a esto, se le llama comunicación telepática interespecies ó comunicación intuitiva. La comunicación telepática con animales es algo natural, todos los seres nacemos con esa capacidad.

Volviendo a la historia de la muerte de Lucas, resulta que en cuanto le abrieron, el liquido que tenia en la tripa era sangre, procedente de tres tumores que tenía en el bazo y habían reventado, la veterinaria salió alarmada a informarme, yo inmediatamente pedí entrar y así lo hice; vi a mi perro abierto en canal,  la sangre a borbotones saliendo de su cuerpo como una fuente; cuando lograron aspirarla, se vió que provenía del bazo y que además tenía pequeños tumores en el intestino (eran metástasis, lo que en términos médicos denominamos carcinomatosis peritonial) y así murió mi pequeño Lucas....desangrado en un quirófano.

Yo, que había acompañado y guiado a tantas personas a morir sin sufrimiento, que había evitado tantas operaciones innecesarias que de realizarlas solo traerían consecuencias negativas para mis pacientes. Que sé, percibir cuándo ese final inevitable, la muerte, se acerca a mis pacientes......no pude verlo con claridad en mi perro. Me costo tres años elaborar ese duelo.

Y comprendí, de corazón,  que realmente no hay tiempo definido para sanar la herida que deja la perdida de un ser querido. Es mas mucha veces esa herida queda abierta de por vida.............la vida sigue la persona continua viviendo pero la herida en su corazón también vive.

Y exigimos que una persona que ha perdido a un ser querido este ya recuperada en tres, seis, nueve meses….a veces exigimos demasiado a los familiares.

Baru y Lucas

Hace 16 meses perdí a Baru, un Bull Terrier de 9 años, muy juguetón y muy payasete, como suelen ser los de esta raza, considerada “potencialmente peligrosa”,  yo diría,  “potencialmente cariñosa”....

Tenía una malformación congénita en el corazón: una estenosis aórtica subvalvular que puede ser leve a severa. En, Barú, debía ser leve y había pasado desapercibida pues no comenzó a dar síntomas si no hasta muy adulto; exactamente 1 año antes de morir. Esta estenosis produce tendencia a arritmias cardíacas y muerte súbita, desencadenada por situaciones de stress y esfuerzo ( como aprendí más tarde al leer sobre esta patología).

Baru comenzó a tener pequeños desmayos  cuando le bañaba, le lleve al veterinario y le hizo un ecocardiograma y fué cuando se vio la EAO leve, pero el veterinario no le dio importancia.

Baru y Tomasa

Un sábado de diciembre ( un año después de haberle realizado ese ecocardiograma), después de comer Baru quería jugar; le gustaba mucho su trenza de tela por que tiraba de ella y al lanzársela salía corriendo a por ella, saltaba, ladraba, se ponía muy contento; ese día por la mañana ya habíamos jugado y por la tare quería repetir así que después de comer hizo su acto: comenzó a correr, ladrar, saltar y traerme la trenza. Yo le dije de forma cómplice: “Baru que pesado eres” “si ya jugamos esta mañana” y como siempre accedí por que yo también me la pasaba muy bien, me hacía reír mucho. Pero esa vez se agitó demasiado, al rato empezó a respirar muy seguido y como era muy blanco ví como se ponía azul, inmediatamente paramos de jugar, me senté en el sofá con el perro en mi regazo, el corazón le latía muy deprisa, esperábamos  que se le pasara pero a los 10 minutos perdió la conciencia y ya no despertó más. Había sufrido una muerte súbita.

Nuevamente me golpeaba el dolor de una pérdida y todos los sentimientos naturales y necesarios que afloran en el doliente: tristeza profunda, pesadumbre, culpa, rabia, sensación de injusticia, impotencia...........¿POR QUE? ¿POR QUE A MI PERRO? ¿por que así?.....

Un veterinario me dijo: “a veces es mejor 10 minutos mal que 2 años padeciendo”. Me consoló un poco pero transitoriamente y no del todo. Por que no hay consuelo, qué difícil es. A veces exigimos demasiado a los familiares.

Y actualmente estoy viviendo el proceso de envejecimiento y enfermedad de mi cocker Spaniel Tomasa; tiene 15 años y en los últimos 5 meses ha desarrollado todos los síntomas compatibles con un muy probable tumor cerebral. En el ultimo mes presenta un deterioro funcional lento y progresivo (lo reconozco por que es lo que vivo día a día con mis pacientes) duerme mucho, casi ciega, totalmente sorda, cada vez menos apetito.

Tomasa actualmente

Ya tuvo una crisis convulsiva y pensé que sería el final pero se recuperó; no tiene signos de sufrimiento, dolor no padece, se la ve muy tranquila, le doy a beber agua con jeringa y la comida también se la tengo que dar en la boca, a veces no quiere comer y me veo a mi misma forzándola para que coma y beba con la esperanza de que así va  a vivir mas tiempo. Cuando me vi en esa actitud me sorprendí pues yo misma he sentido enfadado con los familiares de mis pacientes, cuando después de informarles la mala situación clínica de esta persona “de que es natural que coma menos”, y al  recomendarles que no le fuercen a comer me sorprende verlos insistiendo alimentar a un ser al que se le esta agotando el impulso vital ...pero que difícil es de aceptar y una vez mas he comprendido que a veces exigimos demasiado a los familiares.